Paco Lagares

Luz de Ulierte. EPANALEPSIS

        EPANALEPSIS es una figura retórica “que consiste en  repetir al fin de una cláusula o frase el mismo vocablo con que empieza”  según la RAE.

       EPANALEPSIS es la traducción a las artes plásticas y al tiempo de esta gran exposición de Paco Lagares que abarca creaciones desde 2000 a 2014, en que reinicia temas y técnicas provenientes de obras y momentos que no sólo concibió, sino que fueron realizadas y mostradas, pero que no abandonaron su mente ya desde 1969. Ésta es su poesía, estos sus versos, encadenados como un diálogo en su proceso creador, retomados ahora allí donde antes se suponían acabados, de modo que confirman su anterior relato o lo resignifican en esta vuelta de tuerca que aúna  pasado y  presente en un tiempo poético, vertical,  que conecta momentos y lenguajes plásticos y expresivos diferentes.

En series de obras más o menos cortas, a menudo enigmáticas, sutiles y siempre refinadas, seduce al espectador y lo incita a descubrir el secreto que en ellas se oculta. La más larga son los dibujos de una humilde rama de Margaritas, flores elegidas ya en 1979, y más tarde en los de los 90 vibrantes y vivas en su amarillo sobre el azul ultramar del fondo de  la serigrafía. Ahora, retomando con placer el dibujo a lápiz que hacía tiempo no nos mostraba, evidencia la fragilidad del paso del tiempo, revelando su primera juventud hasta el languidecer de sus hojas anunciando el fin. El placer también es nuestro: limpios negro sobre  blanco, de impecable ejecución, la misma pero distinta rama permite con los trazos diferentes de sus luces y sombras terminar imaginariamente los contornos que tenuemente oculta.

Precisamente el dibujo es la sólida base de la que Paco Lagares partió cuando alcanzó su primera Titulación, la de Profesor de esta materia en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando (1971), antes de licenciarse (1981) y doctorarse en  Bellas Artes en la Complutense (1988) donde se inició como docente en 1982, para incorporarse en 1989 a la de Granada, donde ha sido profesor Titular y hoy Catedrático del Departamento de Dibujo.  No se puede por menos que pensar como algo lógico a la vistas de éstos y de los dos a tinta de sus series Rama, Cardos, y de igual belleza la desolada Hoja de parra, tres hojas secas en realidad que aún penden del sarmiento

            Además de algunas pinturas ya mostradas como la serie de Hortus Conclusus (2009) y esculturas como Expositor, con insectos esmaltados tratadas con la técnica del Rakú, o Historia sin fin (2000), ahora transformada, estas series temáticas de dibujos constituyen la mayor parte de la exposición junto a las obras de escultura objetual, collages  de diversos materiales y escalas creadores de pequeños espacios, y los que el autor llamar “micro mundos encapsulados” compuestos por series temáticas con formatos uniformes. Pero el diálogo que se produce entre las distintas obras no es sólo por cuestiones formales, sino también porque, a través de éstas, el espectador puede alcanzar a desentrañar los enigmas  de las reflexiones que preocupan una y otra vez al autor, obligándose  a entrar en un fructífero diálogo con él. Esta reflexión que sigue es mi propia recompensa.

            Un viejo cardo reseco, en cuyo momificado tallo se enrosca una serpiente, se yergue lleno de perdigones sobre la copa de vidrio embutida en un vaso también transparente: se trata de Cardo y culebra, escultura objetual que usa el cardo de forma simbólica. “Te arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida” fue la maldición que echó Yahvé a la serpiente (Gén.3: 14-15), que aquí se palpa en la aridez del momificado abrojo y los guijarros/perdigones, compuesto todo ello de manera exquisita con la complicidad de la transparencia del vidrio.

            Tal maldición divina que arroja del Edén hacia la aridez desértica del mundo a nuestros llamados primeros padres por haber querido comer del fruto del árbol del bien y del mal, alentada por la serpiente, puede explicitarse en otras muy diversas llamémosles tentaciones mundanas, caso de Ara Pacis. Templo dedicado por Augusto a la divinidad creadora de la abundancia y riqueza que es la Pax, fue un instrumento  de  propaganda política que presentaba el ambiguo discurso “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz, prepara la guerra), con una significación de sacrificio y victoria, sacrificio que ya en la primera celebración religiosa  recae en un cordero, cuya obediencia y mansedumbre lo habían transformado en la mejor víctima propiciatoria para ellos, y que dios acepta complacido manteniendo el Tiempo y el Mundo: “Sacerdotes, arrojad incienso a las llamas del altar de la Paz, y que una blanca  víctima caiga con la frente hendida” (Ovidio, Fastos I, c. 12).

            El frontis del templo lo ha convertido Lagares en una hermosa madera en la que a modo de mástil se yergue una pequeña rama, frágil pero altiva, cuya vertical coincide con un cordero a los pies, manteniendo así, en principio, un significado tan ambiguo como el de la máxima latina que bien podría ser una duda: ¿es necesario sacrificarse para alcanzar la paz interior sin dejarse atraer por las tentaciones de la lucha, o por el contrario se ha de entrar a ella?. Solo que aquí…el cordero es negro.

            El blanco aparece en Historia sin fin, collage escultórico sobre cuyo fondo azul pende una raíz, mientras abajo un mismo modelo de corderito camina en curva desde el centro hasta aparecer de espaldas componiendo un giro que se supone circular o, traducido al lenguaje simbólico, eterno. ¿Acaso está la mansedumbre y la obediencia en los genes de la humanidad o es necesario rebelarse? La pregunta ha quedado respondida en Ara Pacis.

            ,Con un baño plateado en toda la obra, la sexi muñequita que representa a ¿Salomé o Judith?, sentada sobre una bola de aluminio, mira agudamente la cabeza de Juan el Bautista u Holofernes ensartada con su arma, una gran aguja/lanza enhebrada con hilo metálico. Salomé y Judith hicieron  ambas cosas: Salomé exigió a su padrastro el rey Herodes Antipas la cabeza del primero a cambio de su erótica danza por obediencia a su adulterina madre, Herodías. La judía Judith mató a Holofernes, el general asirio que asediaba hacía un mes la  ciudad de Betunia: “El Señor omnipotente los aniquiló por manos de una mujer. No cayó su caudillo a manos de jóvenes (…). Judith, hija de Merari, con la hermosura de su rostro le paralizó. Se despojó del hábito de su viudez (…), se ungió el rostro con  perfumes, prendió sus cabellos con la mitra, se puso la túnica de lino para seducirle; sus sandalias deslumbraron los ojos del guerrero, y su belleza le cautivó el corazón,…y el alfanje segó su garganta.” (Judith 16. 6-9). Lo cierto es que sólo ella posee un libro en la Biblia, mientras Salomé es nombrada tan sólo como “la hija de Herodías”…

            Paco Lagares duda, más bien retóricamente, sobre cuál de las actitudes tomar: así  parece hacerlo también en los mundos encapsulados Entremanos y Arpio bueno en lo que pudiera ser maldad y bondad, pero lo que sí parece tener muy claro es que el castigo impuesto por la divinidad responde a la egoísta injusticia de reservar para sí el conocimiento y su consecuente obtención de la Verdad, el tercero de los temas que nos presenta.

            En blanco y negro, las dualidades LigadosEntre lo consciente y lo inconsciente nos conducen de nuevo a  silenciosos misterios relacionados con el conocimiento en relación a la verdad  y el mundo de las ideas, que en el primer caso, en que por medio de varillas se aúnan dos cabezas humanas, podría significar la coincidencia humana en un mismo pensamiento. La segunda produce sin embargo una cierta desazón, pues al corresponderle a la  cabeza izquierda (primera que se mira) tal llave y la pequeña cerradura que abre su mente a la derecha, es difícil optar por cuál de ellas posee realmente el poder y dirige nuestras vidas.

            Desolación similar a la de Cardo y culebra, pero deseada en este caso, son las de Hombre diminuto sobre la columna de Simeón y Hombre diminuto leyendo un libro  en  la columna de Simeón, espléndida recreación dual de la historia del anacoreta Simeón el Estilita a la búsqueda de la soledad y el silencio sobre su extravagante columna para orar y mortificarse, obras que mezclan objetos intervenidos y modelado, centrando un  espacio recreado entre la frialdad reflejada del cubo azul Klein sobre el que descansa la cápsula del primero, y el más confortablemente burgués escenario del lector acolchado de pequeños cuadrados, que produce una cierta sensación surrealista. Y es que Paco Lagares, además de haber desarrollado una larguísima trayectoria artística y dedicarse a la docencia de las Artes Plásticas,  es escenógrafo. Entre 1967  que fue su inicio en Madrid y 2007 por ahora en Vitoria, ha tenido una intensa actividad relacionada con las Artes Escénicas ocupándose de la  Dirección artística, creación y dirección de proyectos escenográficos, ambientación etc. que le han llevado por los escenarios de toda España, Granada entre ellos (Teatro Manuel de Falla,1993 y 1995), y algunos extranjeros como Friburgo, Salzburgo o  Tolouse,  cuestión que está presente en la muy cuidada presentación de su obra plástica y su ambientación, en que la luz y el espacio juegan un importante papel.

Quedan aún dos últimos enigmas por tratar de desvelar: Hombre sentado ensimismado dialogando consigo mismo y La caverna. Como es sabido, en el Libro VII de la República expone Platón el mito de la caverna, una  metáfora sobre la  situación del hombre en relación a la verdad y al ser que, mediante el conocimiento, puede captar la existencia de dos mundos: el sensible a través de los sentidos, y el inteligible o de las Ideas, de la razón. Sólo a través de ésta sin embargo puede captar ambos.

            Ambas obras están relacionadas con este mito. Hombre sentado ensimismado dialogando consigo mismo y La Caverna están relacionados con este mito. En el primero, el modelado de un hombre sentado sobre doble banco rojo dentro del esquema en madera de su casa, mantiene ensimismado una conversación con su propia cabeza, de gran interés a juzgar por su postura. En La caverna, existe la misma dualidad del personaje y su cabeza, aquí entre tierra y hojarasca en el interior de un tarro de vidrio tapado con tela metálica.

            Es el prisionero de  la caverna platónica que, una vez liberado ya de las cadenas que le hacían considerar como verdad las  sombras de los objetos, se reconoce a sí mismo aún como inserto en ese mundo de lo sensible, de la opinión, a la par que atisba la luz desde el cerrado micromundo subterráneo en que se encuentra. En el diálogo que establece consigo, de nuevo con su cabeza, se lamenta amargamente de cómo aún se le escapa el mundo verdadero del exterior: el del conocimiento de sí mismo, la razón, la esencia, la Verdad, en definitiva de las Ideas, de la que el Bien es su fundamento.

Es posible que la serie Hortum conclusus esté en cierto modo relacionada también con este tema. Las ocho pequeñas joyas que son estos paisajes muestran un suave jardín cerrado por rígidos muros –en parte, escaleras- , heredero del islámico en su evocación del paraíso, intimidad  y hermetismo como los Cármenes granadinos. Dominados la mayoría por colores fríos con amarillos y rojos en ocasiones, leves toques de blanco y un solo negro, dos de ellos muestran sin embargo otra perspectiva y color diferentes: sobre superficie plateada, tonos tierra en gouache acrílico dibujan cipreses y palmeras (árboles que, al conservar su verdor permanente, desde el medievo son símbolo de la virginidad de María, añadiéndole el ciprés el de cobijo de caminantes) ante un triple murete, blanco con leve violeta, y azul, contraponiendo así la  frialdad  del  cerramiento a la calidez  vegetal encerrada.

            Queda así delimitada una composición que plantearía en principio una opción doble: la rígida geometría del muro frente a la suave blandura de la loma ajardinada podrían entenderse como  la frialdad de la Ciencia, que para Platón es el tipo de saber al que el hombre llega en el Mundo de las Ideas donde domina la razón, y la Opinión, propia del mundo subterráneo de dominio sensible. Sin embargo, dado que es a través de la razón  como se conocen las esencias del mundo sensible, no exclusivamente del pensamiento que conduce solo las que va descubriendo en su pensar,  la serie habría de entenderse en el nivel de la razón, del mundo inteligible.

 

“Huerto cerrado eres, hermana mía,

esposa, jardín cerrado, fuente escondida”

Cantar de los Cantares (IV, 12)